ALOSNO, PALABRA CANTADA

ALOSNO, PALABRA CANTADA
(El año poético en un pueblo andaluz)
Manuel Garrido Palacios
Prólogo de Julio Caro Baroja
1ª edición: 1992 · 2ª edición: 2008
Editorial Fondo de Cultura Económica
Madrid · México

Este es un libro en el que la Poesía ocupa el mayor lugar. Por eso puede parecer extraño que su autor, Manuel Garrido Palacios, haya pedído que lo prologara persona sin ninguna capacidad activa en este orden. Hay, sin embargo, una razón lejana y oculta para que así sea. El que escribe estas líneas lo hace treinta y nueve años después de haber pasado unos dias inolvidables en El Alosno y en otros núcleos de población de esa tierra de Huelva, tan llena en conjunto de verbo poético. Durante ellos asistió a fiestas primaverales como la de la Cruz, a romerías campestres y tomó gran cantidad de notas, dibujando todo lo que pudo. Gran parte de éste trabajo ha quedado años y años durmiendo en carpetas y esperando la coyuntura de poderlo completar y perfeccionar. La coyuntura, como tantas veces en la vida humana, no llegó jamás. Sí ha llegado, en cambio, la ocasión de comprobar que ciertas impresiones e intuiciones formadas durante aquellos dias lejanos, tenían un fundamento muy sólido.
Andalucía es enorme; es tambien variadísima de Este a Oeste y de Norte a Sur. Sus bellezas son variadas en consecuencia. Lo que los ojos captan de modo rápido, los oídos lo van cogiendo mas lentamente y es de belleza mas sutil y dificil, porque es música y palabra y ante la palabra hay que realizar un esfuerzo, sobretodo si no se es del pais, para sobrecomprenderla y alcanzar su belleza. Andalucía es tambien tierra de poetas y de poetas no siempre fáciles. Es por último increible la cantidad de juegos de todas clases que el pueblo andaluz realiza con las palabras, a las que les da, en sí, un valor objetivo podriamos decir. En esto se sitúa en el polo opuesto a aquel en que se coloca el viejo Demócrito al afirmar que las palabras no son mas que sombras de los actos; pero hay que aceptar tambien que en cada parte y aún en cada lugar de Andalucía las palabras, el verbo en suma, tienen expresiones muy variadas y matizadas como es variada la fonética de la lengua. En relación con ésto, algo de lo que primero me llamó la atención en tierras onubenses fué, precisamente, el sonido al hablar, que me pareció muy armonioso, así como la música de las canciones y de los bailes que allí se conservaban de modo diferente a como ocurría en otras partes, que acababa de recorrer: las Alpujarras, la sierra de Cádiz, la campiña de Córdoba. Pude comprobar, por ejemplo, que canciones que me cantaba de niño mi abuela, aprendidas cuando recién casada, allá hacia 1868, vivió en las Minas de Rio Tinto, seguían cantándose de la misma manera que ella las cantaba: en El Cerro, en la Puebla de Guzmán y en el pueblo que es objeto de este hermoso libro: Alosno. Su título anuncia con exactitud lo que contiene: 'Alosno, palabra cantada'. Podría subtitularse: 'El Año poético en un pueblo andaluz'. El Año con sus ciclos de trabajo y sus fiestas, es parecido en muchas partes de la Europa católica, porque a lo largo de el corren Navidades y Carnavales, Cuaresmas, fiestas de Mayo y San Juan, fiestas de verano y otoño... tiene rasgos semejantes en líneas generales en Andalucía y aún lejos de Andalucía.
¿Pero qué pueblo habrá, me pregunto yo ahora , capaz de dar una expresión verbal tan abundante y rica a ese ciclo festivo general?. Alosno canta y expresa sus emociones colectivas de modo que asombra. Manuel Garrido Palacios ha contado con una serie de informantes que le presentó mi amigo Manuel Lisardo Bowie, hijo de Doña Margarita, la cual, el tiempo en que yo andaba por allí, era como la tradición encarnada. Lo sabía todo, podía hablar de todo lo referente al pueblo y en el momento organizaba las fiestas de Mayo, acerca de las que tanto se dice en este libro.
Podría escribirse un denso comentario a lo que en él se recoge, desde un punto de vista técnico, folklórico y etnográfico: pero no es esta la ocasión. Creo que en primer lugar, le quitaría perfume, Poesía en suma. Dejemos, pues, que Alosno cante y oigámosle cantar.

© Julio Caro Baroja

CARMEN PALANCO

CARMEN PALANCO
EL CÉNIT INVERTIDO

‘Es más bella la poesía cuando se siente
que cuando se explica’,
sabe y dice
Carmen Palanco,
autora de este hermoso poemario:
El cénit invertido,
donde ‘la palabra asciende’
y da un ‘paso más que amor y lunas’.
Carmen crea con su cénit una ‘altura inversa’
‘espera desde el fondo,
que es lo alto’
porque ‘nada se desecha
en la hondura’ de un verso,
que ‘nace sin nadie
a quien pertenecer’.
Carmen pide ‘un beso,
de esos extraños,
que rozan los labios queriendo ser aire, no tacto’,
y talla el poema de sí misma cuando declara:
‘ahora que me andas
soy camino’. 

Era necesario un libro así.

Manuel Garrido Palacios



J.G.FRAZER

J.G.FRAZER
EL FOLKLORE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
MÉXICO · MADRID · BUENOS AIRES

EL MANUAL DE LOS INQUISIDORES

EL MANUAL DE LOS INQUISIDORES
NICOLAU EIMERIC
FRANCISCO PEÑA
Intr., trad. del latín al francés y notas: Luis Sala-Molins
Trad. del francés: Francisco Martín
Muchnik Editores

EL JILGUERO y FABRITIUS

EL JILGUERO y FABRITIUS

La historia de un cuadro y un pintor
DEBORAH DAVIS
Lumen


Cuando, a principios de 2014, Donna Tartt publicó El jilguero, pocos sabían de la existencia de este cuadro que Carel Fabritius pintó en 1654. Al hilo del éxito de la novela, Deborah Davis siguió la historia de la obra y de la vida atormentada de su autor, que vivió en la misma época que Rembrandt y Vermeer pero no tuvo el eco de sus maestros, y murió en circunstancias trágicas en Delft cuando un almacén de explosivos saltó por los aires. Cuatrocientos años después, Donna Tartt ha rescatado la mirada alerta y vigilante de este pájaro, la calidez de su cuerpo, el aire vibrante que lo rodea, y Deborah Davis nos devuelve el perfil del hombre que lo creó. 

«Empecé a querer a ese pájaro como quieres a un animal de compañía y acabé adorando el modo en que estaba pintado.»
Donna Tartt

Mont St. Michael


Mont St. Michael

En la Abadía benedictina de St. Michael no hay que temer a las sombras, al fantasma de turno (fijo o interino), a las interpretaciones de códigos tan secretos que no lo saben ni las mentes preclaras que presumen de guardarlos en sus memorias. A lo que hay que temer en la Abadía benedictina de St. Michael es al frío, al soplo helado que se instala a vivir en la costa de Normandía y se olvida de marcharse. Parece que el frío hubiera nacido aquí o que estuviera rondando este paisaje desde siempre, buscando colarse por las más leves rendijas de los muros del recinto, silbando por las troneras, saliéndote al paso por los torreones, pasillos, salas capitulares, refectorio, garitas y claustro, excepcionalmente hermoso, dicho de paso. 
Vengo acompañando a un equipo de pre-producción americano que anda localizando exteriores para una película que va a dirigir un viejo amigo, gran profesional, cuyo guión requiere como marcos monasterios de este perfil. Aunque hemos estado en otros decorados no menos bellos en Italia, la esposa del director y co-productora del film quiso conocer St. Michael a ver qué se terciaba entre sus muros y aquí estamos, en el origen del frío. Alguien, al observar detenidamente el Monte St. Michael lo ve complicado, con gran dificultad para los operarios maquinistas que tengan que instalar practicables, arcos o grúas. La dura y larga pendiente interior le asusta. Creen que la escalera no tiene fin. Es verdad, no lo tiene. A mí lo que me atenaza es el frío. Los de la plata presupuestan el transporte de chismes y les salen muchos números. Eso, caso de hacerse aquí, que es lo que parece cuando se ven mentes en racha trazando escenas en el vacío, afanados en promediar tiempos y ver posibilidades, pasos que suelen dirigir el proyecto a cuajar en obra. Y si las escenas que se marcan no acaban de encajar en el escenario es posible que se regrese a Italia a fijar sitios y fechas sin más miramientos. La Toscana siempre espera.
Esto lo anoté en mi cuaderno hace unos meses. Hoy, cada cuervo en su olivo, me entero que el filmete se acaba de estrenar en Estados Unidos y que fue rodado allí en un decorado hecho a propósito. Con la noticia recibo una copia obsequio de mis amigos.

© Manuel Garrido Palacios

RUBÉN DARÍO

RUBÉN DARÍO Y LOS ESTADOS UNIDOS
LA ACADEMIA NORTEAMERICANA DE LA LENGUA ESPAÑOLA PRESENTA EN LA UNIVERSIDAD ESTATAL DE NUEVA YORK SU LIBRO

OLD WESTBURY. Nueva York. Con la intervención del director Gerardo Piña-Rosales (Director de la ANLE), el coordinador de información Daniel Fernández y el presidente de la delegación en Washington DC, Luis Alberto Ambroggio, la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) presentó su libro ‘Rubén Darío y los Estados Unidos’ en un simposio organizado por la Universidad Estatal de Nueva York titulado: “Rubén Darío: 150 años de su natalicio: influencias e impacto”, a iniciativa del Centro Hispano-Latino y el Departamento de Lenguas Modernas de dicha casa, con la coordinación de la profesora Kathy O’Connor-Bater. Los representantes de la ANLE y otros ponentes destacaron la obra del poeta modernista y su repercusión en la creación literaria en español. La obra es un homenaje que rinde la ANLE al poeta nicaragüense al celebrarse este año el sesquicentenario de su natalicio. Piña Rosales dijo: ‘…como coeditor del volumen ―junto con mis colegas Carlos E. Paldao y Graciela Tomassini―, no puedo menos que sentirme sumamente satisfecho de este libro, donde se agavillan, además de rigurosos estudios de reconocidos especialistas en la obra rubendariana, ensayos de alto aliento poético y fotografías de gran poder evocador. Desde ahora, quien desee conocer a cabalidad el sentir de Darío ante los Estados Unidos ―¿de amor y odio? ― podrá encontrar en nuestro libro la respuesta […] Estamos contentos de compartir con todos la primicia de esta joya editorial”. Daniel Fernández compartió un ensayo titulado “Rubén Darío y la ciudad Polifemo”, “ensayo narrativo en el que se mezclan intertextualidad, parodia, homenaje, divagación imaginativa y observación crítica para abordar y explorar el tema de Rubén Darío y su relación con los Estados Unidos”. Tanto el ensayo de Fernández como las fotos de Piña-Rosales aparecen en el libro de la ANLE. Luis Alberto Ambroggio, miembro honorario del Instituto y Patrimonio Honorario Rubén Darío, de Nicaragua, impartió una conferencia magistral sobre Rubén Darío y Walt Whitman, en la que resaltó la admiración, influencias, coincidencias y divergencias entre estos dos genios poéticos universales, uno enfocado en la nacionalidad americana y la democracia, y el otro en la identidad hispana y nativa de las Américas, como la fraternidad de los símbolos del norte y del sur consagrada en el verso rubendariano “Águila, existe el Cóndor. Es tu hermano en las grandes alturas”. Además de estos aportes, la nueva obra contiene estudios de Jorge E. Arellano, Mª Claudia André, Eliot G. Fay, Víctor Fuentes, Mariela A. Gutiérrez, Alberto J. Pérez, Roberto C. Pérez, Mª Rocío Oviedo Pérez de Tudela, Pol Popovic Karic, Mª Clotilde Rezzano de Martini y Carlos Tünnerman Bernheim.
DF.

EL CINE ITALIANO

EL CINE ITALIANO
AUGUSTO M.TORRES
ALIANZA

Cuando los cine-clubs y los cinéfilos eran más bien escasos, los nombres de Totó, Vittorio de Sica, Gina Lollobrigida, Sofía Loren, Alberto Sordi, Vittorio Gassman y más, bastaban para despertar pasiones en un público que buscaba diversión en las películas. Cuando el interés se desplazó hacia el cine de autor, los Visconti, Fellini, Antonioni, Bertolucci y otros pasaron a ser objeto de culto. Tanto unos corno otros constituyen la esencia de una de las más ricas cinematografías que han existido. Este libro muestra cómo. estos nombres fueron precedidos y continuados por otros, y cómo todos han contribuido a hacerla.
Ed.

Noche de perros · Nuit de chiens



NOCHE DE PERROS · NUIT DE CHENS
Manuel Garrido Palacios
1ª edición: Ediciones AR · Sevilla
2ª edición: Calima Editores · Mallorca
3ª edición: Ed. L’ Harmattan · Paris (Trad. al francés)


Manuel Garrido Palacios se ha consagrado como uno de los narradores con más proyección del panorama español. Al margen de sus libros de estudio, en los que jamás ha descuidado un ápice el ángel de la escritura, y que a la postre le han servido para aquilatar un estilo tan propio como brillante, el autor ya había publicado un excelente libro de relatos que merece la pena leer y hasta releer: EL CLAN Y OTROS CUENTOS. En él, MGP, nos sorprendía con un desparpajo y una retranca poco habituales en el vademecum narrativo de este lado del Atlántico, tan metido en gravuras y realismos de cartón piedra. EL CLAN Y OTROS CUENTOS (Calima. Palma 1998) guardaba una singular atención a la palabra oída, y en ella, como suele ocurrir siempre, al son, si se quiere mágico, de lo verdadero. Porque en MGP, como en Rulfo, a cuyo magisterio no es ajeno, encontramos el polvo turbio y enfebrecido de los caminos, la desfiguración de quien intuye tras los rostros el rostro calvo y sarmentoso de la muerte. De sus campavías por el mundo MGP se ha traído la voz, el gusto por la plática y el filanderío. Porque sus textos poseen la virtud de poder ser contados en voz alta, frente a la chimenea encendida, esa especie de numen cuya virtud es despertar lo oscuro y lo dormido. A veces he tenido la impresión de que sus relatos se trataban en realidad de meras transcripciones magnetofónicas, hábilmente retocadas y llevadas a la embocadura de la palabra escrita. Por eso su obsesión rítmica, la natural cadencia de un discurso veteado de coloquialismos que, como ocurre con ciertos autores del otro lado del charco, transmiten todavía el peso de lo mágico. Como sucediera con Carpentier, su relación íntima con la música lo ha metido de sopetón en los médanos de la palabra, entendida ésta como respiración, como pálpito, como voluntad, si se quiere, convirtiéndose no sólo en el soporte, sino también en la razón de ser de una escritura minuciosa y rica, atenta a lo pequeño y siempre desdeñosa con lo grave y enjundioso, en la que no falta el gesto hilarante (pero no sometiéndose tramposamente a él), la observación canalla, la visión descorazonada del mundo: de ahí, quizás, sus muchos arrebatos de ternura, esa especie de air bag que en Garrido Palacios reviste el pesimismo. NOCHE DE PERROS, que abunda en todos estos referentes, es un libro de fábulas contadas al revés. Su eje central son, como se deja entrever en el título, los perros. Los perros desde su doble papel de observadores y protagonistas de la realidad. Los perros como inmaculados periscopios de nuestros dislates, de nuestra estupidez, acaso como su más rabioso contrapunto. Los perros que jalonan cada uno de estos cuentos algunos de ellos antológicos, como La forja de un lider, La canción del hambre, o los chispazos de La piel o Poemario, sin olvidar El lazo mortal, uno de esos relatos inolvidables, son perros perplejos, perros llenos de ternura, simples víctimas de nuestras veleidades e inquinas, perros esquineros, adosados y tiernos perros sinvergüenzas. Los perros que sobreviven en estos cuentos son perros cosidos a nuestras vidas y son, en realidad, la ropa con que nos vestimos, los ojos que nos asisten, la patria que hemos perdido. Arrobas de conmiseración y de ternura las que irradian estos personajes convertidos en sombras asombradas, que Garrido Palacios encuadra para hacer más plausible el banal atrezzo. El autor respira a través de estos perros de oscura procedencia y claro proceder. A ellos (y a todos esos nosotros que transpiramos en la piel de esos perros) ha querido entregar este libro ciertamente hermoso, escrito con el resplandor, pero también con el asombro de quien en el fondo de sí no deja de ser ciertamente un perro.

© Manuel Moya

Kazuo Ishiguro


Kazuo Ishiguro
Los restos del día
Premio Nobel de Literatura 2017
Traductor: Ángel Luis Hernández
Anagrama




Daphne du Maurier

Daphne du Maurier
LOS PÁJAROS Y OTROS RELATOS
Prólogo de Slavoj Žižek
Traducción: Miguel Cisneros Perales
Editorial El Paseo

Libro de relatos de la autora de Rebeca o Mi prima Raquel, que incluye la historia que inspiró a Alfred Hitchcock para su película Los pájaros, en una nueva traducción.

ARISTÓTELES

ARISTÓTELES
ACERCA DE LA GENERACIÓN Y LA CORRUPCIÓN
TRATADOS BREVES DE HISTORIA NATURAL
Introd. trad. y notas: E. la Croce y A. Bernabé Pajares
Editorial Gredos 

MARÍA DE ZAYAS


MARÍA DE ZAYAS
DESENGAÑOS AMOROSOS
Edición de Alicia Yllera
CÁTEDRA · Letras Hispánicas

JAVIER MARÍAS

JAVIER MARÍAS
BERTA ISLA
ALFAGUARA

Siegfried Lenz

Siegfried Lenz
EL DESERTOR
Traducción de Consuelo Rubio Alcover
Editorial Impedimenta

Un acontecimiento literario en Alemania. La obra maestra perdida de Lenz, recuperada con 65 años de retraso, después de que en 1952 el manuscrito fuera rechazado por razones políticas y “traición a la patria” y cayera en el olvido.

LA COCINA DE ZENOBIA

LA COCINA DE ZENOBIA
Edición de Pepi Gallinato Ollero
y María José Blanco Garrido
Editorial NIEBLA

LA INVENCIÓN DE LA MÚSICA

LA INVENCIÓN DE LA MÚSICA
Ángel músico
Rosso Fiorentino. 1494-1540 (det.)
Galería de los Oficios (Florencia)


Alguien sopla un hueso hueco y otro lo machaca con una piedra. Acciones tan simples dan paso, sin saberlo, a una de las grandes revoluciones de la especie, pues el que sopla encuentra, sin buscarla, la melodía, y el que machaca el hueso topa, sin proponérselo, con la percusión. A poco que lo hagan con más o menos energía, ligero o cansinamente, dan con el ritmo. De ahí a Bach, Mozart, Beethoven o Vivaldi median milenios, pero así pudo empezar el milagro de la música, cuya secuencia casi completa hasta ahora puede verse, por ejemplo, en el Museo de Arte e Historia Natural parisino, Galería de la Evolución,

© Manuel Garrido Palacios

JUAN RULFO


JUAN RULFO

Asisto a un congreso en el que se habla de Juan Rulfo, escritor que regala a quien lo lee la sensación de haberlo conocido antes de leerlo. Juan Rulfo me pareció siempre un enviado del verbo; su imagen memora la del pregonero del pueblo que él mismo describe gritando que se han perdido un niño, una muchacha… Rulfo pregonó unas señas de identidad que en gran parte perdieron parte de su son nítido. Llegó su voz para tallarse hecha palabra entre nosotros, y quien quiso puso voluntad en escucharlo porque traía ecos que no se opacaban; ecos serenos de sonoros silencios llenos de las desafinadas notas del Zopilote Mojado; sólo quedaba cerar los ojos, abrazar el libro y decirse bajito: ‘Este es. Aquí está’. 
Es mágico el marco donde encaja las historias, el trato con los personajes extremos, su andar por los yermos solitarios, su estar y no estar, el hablar simple de andar por casa elevado a rango de categoría. Gentes de los cuentos pueden entrar o salir de la novela o del guión cinematográfico en un impulso. No hay en sus páginas imágenes confusas; tras la bambalina de cada una lo que cabe ver es un mundo por descubrir, un patio brumoso de arriates con plantas de sonidos, un bosque de expresiones que vienen a conectar con los clásicos, un viaje hacia atrás para recoger lo que quepa en la memoria y seguir luego por donde se iba. En su obra la belleza se abre paso sin entender de fronteras físicas o temporales; sólo para saber de tormentas humanas.
Juan Rulfo posee el inefable poético, cualidad que permite que el lector analice, interprete y se interne en toda suerte de hipótesis sobre su obra. Después de habitar durante años en los anaqueles de la espera, conmueve ver que haya sido traducido a un centenar de idiomas, aunque sería desventaja no leerlo en el suyo, el rulfiano, más allá o acá de las gramáticas; idioma real con virtud de hacer mejor a quien lo lee.
La obra de Juan Rulfo forma parte de la llamada literatura de la revolución porque es un avance en el conocimiento humano, un sacar fuera los ocultos dentros bondadosos, un intento de justicia, un ansia de verdad, un ser y no sólo parecer. Vivimos instalados sobre lo que parece evitar la reflexión para no ver que somos los primeros engañados. Pasa así hasta que entramos en esos espacios revueltamente ordenados y nos paramos a escuchar las voces propuestas por escritores como Juan Rulfo; voces venidas del misterio de la vida para decirnos que no pueden dejar de ser lo que fueron, que no podemos dejar de ser lo que fuimos. Con Juan Rulfo llegó la revolución del lenguaje -no digo idioma- la del color de las palabras -tantas que viajaron a México hace siglos-, la de su sentido hondo, lejano y cercano a un tiempo; palabras que en una orilla desvanecían –y desvanecen- ante la presencia de otras lenguas y en la opuesta se sumaban a la propia y permanecían frescas, capaces de decirlo todo. Los rasgos de la esencia mexicana en la obra de Rulfo están a la vista. Es esencia que llega de un limbo que se difumina en el pasado hasta sólo dejarnos ver lo que hay en primer plano, tras de lo cual está una identidad en parte borrada. Juan Rulfo la topa y nos la muestra desde su sentir cuando dice: ‘un señor que se pone a platicar con la soledad, se pone a platicar con su alma’. 
Se habla de la modernidad de un autor que destaca por recuperar su esencia; esencia que ya Aristóteles señala en su Política, donde invita a ir al origen de las cosas si queremos comprenderlas. A las raíces. En Juan Rulfo es posible rastrear la modernidad cuando enseña el alma colectiva a través de los perfiles, de los gestos, de los labios sellados, de la llama del llano. Enseña el alma porque él la ha buscado en el más atrás para hallarla, aunque herida, maltrecha de tanta revolución quedada, de tanta apariencia. 
Juan Rulfo es esencia desde su propio universo, un clásico nacido en México para enriquecer esta bella lengua que hablamos millones de personas. Estudiarlo en congresos aquí o allá no le dará premio ni despremio; sólo ayudará a conocerlo más y mejor. El premio será siempre para ese aquí o allá donde suene su nombre.

Manuel Garrido Palacios

MEMORIA DE LAS TORMENTAS

MEMORIA DE LAS TORMENTAS

Manuel Garrido Palacios.
Calima Narrativa, Palma de Mallorca, 174 págs.
por Francisco Morales Lomas


Garrido Palacios es un sólido narrador del que se debería hablar más, pero por razones que ignoro no se hace lo suficientemente, a pesar de que posee una obra de contrastada calidad literaria.
“Memoria de las tormentas” pertenece junto con “El Abandonario” y “El Hacedor de Lluvia” a la “Trilogía de Herrumbre”. Por momentos, al leer esta novela, me han venido a la memoria Castroforte del Baralla, sede y alma de “La saga/fuga de J. B.” de Torrente Ballester, “Volverás a Región” de Juan Benet y “Celama” de Luis Mateo Díez; pero también a Camilo José Cela en el gracejo de la narración y en la soltura compositiva. “Memoria de las tormentas” es, incluso, una reminiscencia de los espacios rurales tan extraordinarios que ha creado la literatura latinoamericana por obra del gran Rulfo, de Borges, de Vargas Llosa, de García Márquez...
Garrido Palacios con esta obra desciende a la memoria a través de una anciana cercana a los cien años, doña Dulcedumbre, que va conformando la historia de Herrumbre y la historia personal (una especie de nueva Úrsula Iguarán (el personaje mágico de “Cien años de soledad”), etérea y fantasmal, que posee una enorme fuerza como creación literaria personal y propia, a pesar de las evocaciones aludidas.
A través del esquema narrativo de la historia contada a “un caballero” que llega al pueblo, la voz homodiegética del personaje se hace presente y cuenta desde la primera persona y a través del monólogo interior sus vivencias, sus sensaciones y sus desencuentros con el mundo y sus habitantes: “No quiero cansar al caballero. He contado esto tantas veces que me he convertido en la historia misma. Ya ve que voy de mis recuerdos a mis recuerdos a través de mis recuerdos” (p. 21). En otro momento le insistirá a su receptor: “Le cuento a usted lo poco que sé, tres migajas, ¿qué podemos saber unos de otros?” (p. 120). Estamos ante la narrativa oral que la memoria en pequeños trazos construye, y es Dulcedumbre con su ánimo, su gracejo y su tristeza la que nos va envolviendo en ese aire sorprendente conformado por los trazos agridulces (como su propio nombre) de la existencia: “¡Ah!, mi cabeza es un saco de historias en el que meto la mano y saco jirones” (p. 34). Aunque, en realidad, podríamos considerarla una intermediaria de la abuela Bonaparte, que fue la que contó estas historias después de darle un sorbo largo al aguardiente. Un homenaje a la memoria, que como dice Dulcedumbre, no puede ser amordazada ni ser pasto del olvido. Pero, aparte del rico anecdotario que encuentra el lector, plagado de fantasmas y seres mágicos, la historia de Dulcedumbre permite adentrarnos en una filosofía de vida, en un modelo cuasi moral, si me apuran, profundamente humano, en el que gastó su vida, complaciendo siempre a los demás pero sin ser complacida.
Una España atrasada y esperpéntica, múltiple, abigarrada y plural conforma esta agridulce obra en la que la paleta negra está muy presente, un color que ha sido consustancial a nuestra historia como pueblo. Goya nunca se equivocó con sus cuadros del Callejón del Gato y tampoco Valle con don Latino de Híspalis y Max Estrella. Una España de espejos deformados y personajes al filo del esperpento o ya esperpentos propiamente. Y el absurdo mayor surge en estados de guerra: “Toma una escopeta y a pegar tiros. ¿Contra qué? Tú tiras en esa dirección y no preguntes (…) Detrás se esconden los malos, el enemigo. Cualquiera es el enemigo” (p. 31).
Dulcedumbre, veinte años, se va con el seminarista a la capital, donde trabajará en una taberna, y deja Herrumbre, su pueblo, que alguien le había dicho que no existía en el mapa. Pero el enamoriscamiento duró poco y pronto se casa con otro. Se van intercalando historias como la del pariente Onofre, o de Onésima que cazaba gatos por hambre, la historia de Teresona, el político Donglorio (sobre el que ironiza constantemente), la historia de Remilga que nos ha retrotraído a los esquemas y el espíritu de la narrativa picaresca española. De hecho en la página 62 hay una alusión expresa a obras como “Lazarillo de Tormes” y “Guzmán de Alfarache”, y ese texto, casi textos de textos que es el “Himnario”, presidiendo como memoria común de unos seres que pedían que se diera fe de la existencia del pueblo y acompañaba a Dulcedumbre siempre.
Los efluvios amorosos de Tío Livio y la burra Mica, que nos adentran por una geografía humana escabrosa y triste en torno a una sexualidad mal entendida, por no hablar del mocito de Herrumbre que “se daba maña en masturbar a los muchachos, llegando a hacer dos pajas distintas al mismo tiempo con bastante arte” (p. 40). Y surge entonces una evocación evidente de la novela “Mazurca para dos muertos” de Cela, que le valió el Premio Nacional de Narrativa. Sexo y hambre como elementos que trascienden el discurso narrativo de Dulcedumbre y nos adentran en un imaginario colectivo.
Una de estas historias es la de Rufina, que le cortó el pene a su amante, y cuando así hizo, dijo: “Se acabó la comedia” (p. 81). O la historia de la muchacha que se dedicaba a enseñar sus bragas al Cuartoquilo diciéndole para lo que servían éstas: “Las bragas sirven para guardar el coño” (p. 83). Un valor simbólico el de todas estas historias que emergen como una imagen en sepia de época, en un país, en unas circunstancias dominadas por una absurda y sangrienta represión en todos los ámbitos de la vida cotidiana. También tiene su gracejo y suculencia la historia de Onésima, a la que rondaba un viajante de libros, Fructuoso, que era muy respetado en el pueblo por su forma de pronunciar el nombre de los autores de los libros, entre los recomendados estaban los de un tal Somersemogan (William Somerset Maugham, escritor inglés de mediados del XX) y el Masensevadermé (Maxence Van der Meersch, francés, autor de Cuerpos y almas). Y cuando la Onésima se quedó preñada, le dijeron: “¡Mira que dejarte empreñar! Ella contestó: Es que es de un inglés”. Historias y anecdotarios que conforman un paisaje humano, un mundo, una creencia y sobre todo una filosofía de vida que muestra el atraso y la incultura de un pueblo: “En Herrumbre no hay listura. Quería decir cultura, pero le salía listura” (p. 106). Una España dura en la que los niños iban poco tiempo a la escuela porque enseguida los ponían a cuidar el ganado, aunque sería al cabo la Naturaleza su maestra. Esta imagen genera también una ambientación costumbrista a la que no es ajena la novela y una incidencia manifiesta de un espíritu de época donde la desfloración y el sexo formaban parte directa de sus vidas de modo permanente. Y en esa complacencia por los elementos que conforman la cultura del pueblo, uno de los capítulos (pp. 120-127) está centrado en el análisis de la lengua. Y entre otras cosas dice: “Abuela Bonaparte no soportaba que dijéramos peo en vez de pedo (…) Peo y pedo huelen igual, pero tienen su distingo (…) Sepa usted que el jigo que usted pronuncia es una barbaridad (…) No hagamos una guerra por una letra, que de una u otra forma lo que yo quiero decir es que estoy hasta el coño (…) Había que decir cataplines por cojones (…) En la taberna de Mateo aprendí lo que corta el alma una mirada y también palabras nuevas”. Creemos que en este ámbito está también presente el espíritu de Camilo José Cela en el gracejo, en la socarronería, en la construcción deformada de los personajes y en la degradación de una sociedad atrasada con tan solo pequeños y significativos trazos.
Pero desde luego, algo que siempre en los pueblos es bastante recurrente es la trascendencia del paso del tiempo, la relación con el silencio y la diferencia de éste con la capital pues las cambios sólo llegaban a aquél después de años; noticias que se habían producido hacía tiempo se tomaban como una novedad al cabo, y la huida de un lugar que todos odiaban cuando en realidad lo que odiaban era un época, un modo de vida, un pensamiento que va organizado a través de una aleatoria presencia de historias breves y poemas que ayudan a comprender la filosofía subyacente, como éste: “Qué pueblo tan raro, / tan extraño éste, / sale el Sol por la mañana/ y por la tarde se vuelve; / debajo de cada techo/ un potajillo se cuece / y al fondo de cada olla / hay un Herrumbre silente, / un Santrás, un Carriponte / y un cabezo Lajareque; / pucheros en las cocinas, / leche, leche, leche, leche”.
En esta novela también hay frases para la posteridad y modelos: “Más une el hambre que el amor” (p. 46); “Somos porciones de la gran nada” (p. 65); “No hay que ponerle más música a la verdad, que luego lo que sale es el cuento del membrillo” (p. 78); “El amor es un lujo; el odio anida donde falta el amor. Diría que el amor es un odio agazapado y el odio es un amor en trance” (p. 78); “Cada mujer era un mundo y cada hombre un proyecto” (p. 78); “Toda época es un tránsito y que sólo vives en el instante en el que percibes que vives, ese que es inmedible porque parece eterno” (p. 79); “Ahora sé que un pedante puede ser un imbécil montado en un libro” (p. 94)… Una de las más suculentas es ésta: “A uno que andaba en trance de muerte el cura le ofreció ir al Paraíso y el tal le dijo: Déjese de tonterías; como en mi casa no voy a estar en ningún sitio.” (p. 173).
En definitiva, “Memoria de las tormentas” es una novela que conforma un mundo propio, la España del franquismo, una España atrasada e inculta en la que los personajes deambulan en torno a instintos y situaciones absurdas. Con habilidad, soltura y gracejo crea una historia, pero sobre todo conforma una época y un modo de ser y de estar en el mundo.
© Francisco Morales Lomas

PALABRAS DE ANDAR POR CASA


DICCIONARIO DE PALABRAS DE ANDAR POR CASA
(Huelva y sus pueblos)
Manuel Garrido Palacios
3ª Edición: Editorial NIEBLA
2ª Edición: Universidad de Huelva
1ª Edición: Calima Editores (Madrid / Mallorca)